El antiguo establecimiento de Florio, en Favignana y Formica, es el último bastión que recuerda esa lucha centenaria entre el hombre y la naturaleza: la matanza, la pesca del atún. Un lugar donde se conserva la memoria.
A lo largo del tiempo, los pescadores han desarrollado un sistema complejo para la captura del atún, que ha requerido la creación de una comunidad de almadraberos. Estos, bajo la dirección del rais (la persona encargada de dirigir la pesca del atún), trabajaban codo con codo, respirando al compás de los cantos de “cialoma” o “sciloma”.
Cantos entonados mientras trabajan aguantando el peso del atún atrapado en el sistema de redes. Canciones que son oración, cantilena, que marcan el ritmo de trabajo. Oración y devoción, especialmente hacia la Virgen de Trapani, como la que aparece en las pinturas de barcos cubiertos de imágenes sagradas.